martes, marzo 20, 2012

Sobre la faena de José Luis Moreno a un Miura en Castellón

Ayer el amigo José Porcar me habló de esta gran faena sin rematar con la espada. Hoy busco la crónica de  Barquerito:
 Uno negro de 650 kilos que rompió plaza y uno castaño de casi 600 que hizo tercero. El negro –lomudo, alto de agujas, largo, gruesas mazorcas tintadas de cal de corral- se llamaba Redondito, sangró mucho en tres puyazos severos pero en buen sitio –picó Germán González con acierto- y tuvo en la muleta son seguro, compás y ritmo. Toreó exquisitamente José Luis Moreno.
En los medios la faena entera, que tuvo, igual que el toro, ritmo y compás. Y, además firmeza y temple. Este toro de Miura tuvo sus cuarenta y tantos muletazos. Los viajes por la mano derecha fueron calcos unos de otros, que en eso estriba el son de un toro. Calidad y cantidad de embestidas; cantidad y calidad de muletazos. No suele ocurrir tal conjunción. Como el toro era ancho de cuna, parecía no caber entero en el engaño, pero cupo. Un misterio.
José Luis Moreno lo hizo bien y bonito todo. Y puro porque ligó sin ventajas, llevó los viajes del toro cadenciosamente, los remates de muletazo fueron lindos. Los cambiados de abrochar tanda, pura cabeza. Sencilla elegancia. La voz fue parte de la torería: alegría para el toro, que no se negó ni una baza. Un pase de la firma para soltar en el remate de la primera tanda, uno obligado de pecho, un remate a dos manos, un cambio de mano por delante antes de concluir una primera tanda con la izquierda: todo eso entró en la antología de una hermosa faena inesperada. Inesperada no por lo que hace al torero de Dos Torres, que siempre ha sido intérprete clásico, sino porque costaba imaginar un toro de Miura tan redondamente bueno.
Era comienzo de corrida, casi la hora de la siesta o del café, la gente tardó un poquito en celebrar lo que estaba pasando, por fin se arrancó la música –el Manolete de Orozco- y llegó la hora de cuadrar y matar. El toro había pedido en los medios la muerte, Moreno cambió de espada sin llegar ni a la segunda raya y parecía que en el mismo platillo iba a ser. O tendría que haber sido. En corto y por derecho. La espada ha sido la cruz y condena de José Luis Moreno más de una vez. Y ésta de Castellón fue otra. Costó cuadrar al toro entre rayas y más todavía costó pasar. Tres pinchazos sin fe y tres golpes con el verduguillo. Al primer intento con el descabello contestó el toro con una arrancada fiera desde tablas hasta más allá de la segunda raya. La casta. Gran ovación para el toro en el arrastre. Igual de sentida la que hizo salir a José Luis Moreno a saludar. Gran toro, gran faena.
Foto: Javier Arroyo para Aplausos 

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