sábado, junio 04, 2016

Nunca llegaré a saber lo que es un toro bravo (Jean Palette Cazajus)

El día de los Saltillo no me aburrí un solo segundo. La “moruchada infumable y montaraz” suscitó en mí un tipo de emoción de la que pienso que no puede desaparecer de la tauromaquia sin condenarla a muerte. Sr Zabala, la corrida no fue “antológica”, desde luego, puesto que, más seriamente, fue una corrida literalmente “ontológica”, con una presencia absoluta. La diferencia entre las dos palabras consiste en lo que va de la diversión a lo esencial. La corrida fue también “catártica”, purgativa cual tragedia griega, no tanto por lo que fue, sino por lo que nos reveló sobre lo que sale cada día de chiqueros: degradación y degeneración industriales del toro de lidia e impostura moral.
El tipo de emoción suscitado por los Saltillo, en ningún momento apareció ayer. Y eso que presencié unas verónicas de parar el Big Ben, un remate de chicuelinas apoteósico, una faena de una plasticidad portentosa al servicio de un toreo dignamente curvo e interior, como fue digna la colocación. De “medio sitio” la calificó Javier, el imprescindible “fireman”.
Pero en ningún momento tuve la sensación de que el “bravíssimo” Dalia albergase la más mínima intención de emborronar la bellísima aria italiana interpretada por Manzanares. Disfruté, y mucho, de la belleza, pero en ningún momento me embargó el sentimiento que me levantó del asiento con el prodigioso par de David Adalid.
En los toros, para que brote la verdadera emoción, entre el “intérprete” y el aficionado debe interponerse el muro del riesgo. Un muro siempre presente. Un muro transparente como el aire pero más recio y compacto que la muralla de Avila. Sin la invisible presencia del muro del riesgo, la mejor faena deja de ser obra y se convierte en ópera.


2 comentarios:

  1. Completamente de acuerdo. Si falta el riesgo falta la emoción que es precisamente la razón de ser de la tauromaquia.

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  2. No se puede hablar mas claro. La corrida es la vida y sin riesgo no hay vida. La corrida es una metáfora "sangrienta y gozosa" de la vida y no conviene olvidar que la vida por bella que sea en algunas fases, termina inevitablemente con la muerte del protagonista. La corrida de toros como la vida no es un juego, por mucho que grupos de intereses y críticos "engrasados" pretendan convertirla en un sucedaáneo. Si en la corrida todo gira alrededor de la "belleza" , es muy fácil llegar a la conclusión de que para belleza en movimiento ya está la danza, donde por cierto no se maltrata a un animal.JUANSINTIERRA

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